viernes, 28 de febrero de 2014

Rinocerontes - Peligrosos y en peligro


Por Eber Gómez Berrade

El rinoceronte ha formado parte del exclusivo club de los Cinco Grandes de la caza peligrosa desde el comienzo de la historia de los safaris en África. En aquellos lejanos días de principios y mediados del siglo XX, no había cazador que estando en safari, no intentara enfrentarse a uno de los animales más extraños, fantásticos y mal humorados que habitan el continente negro.

Lamentablemente, en las últimas décadas, los rinocerontes fueron blancos del tráfico ilegal de fauna, lo que puso en peligro su existencia misma. En la actualidad, y gracias al esfuerzo conjunto de la comunidad académica internacional, de organizaciones de cazadores y de varios gobiernos africanos, se está logrando de a poco un aumento en las poblaciones de estos animales.
De hecho este año, han sido emitidas cinco licencias de caza de rinoceronte negro en Namibia, (autorizadas por el CITES), como herramienta de manejo y obtención de fondos para su estudio y conservación.
En este sentido, si tuviera que elegir un caso emblemático de la sinergia entre cazadores y conservacionistas, no se me ocurriría un ejemplo mejor que el de los rinocerontes. Una especie amenazada por furtivos y protegida por cazadores deportivos, que con el pago de sus carísimas tasas de abate, ayudan al financiamiento de investigación, manejo y control de los ejemplares existentes.
La diferencia se puede ver claramente. Existen especies de rinocerontes en África y en Asia. En África se pueden cazar y paulatinamente aumenta la población a pesar del furtivismo. En Asia no se pueden cazar. Y cada vez hay menos.

Blanco & Negro
En realidad la familia de los rinocerontes está compuesta por cinco especies, tres se encuentran en Asia y dos en África. Los asiáticos son el rinoceronte de Java, el de la India y el de Sumatra. Los africanos son el Blanco y el Negro.
Como dije, la particularidad de estas especies es que todas cuentan con algún grado de protección por su crítico estado o vulnerabilidad en materia de conservación.
En África, tanto el blanco como el negro, son paquidermos bastante similares, incluso no hay mucha diferencia en cuanto al color como sus nombres hacen creer. De hecho, se dice que el nombre de rinoceronte blanco (white en inglés), en realidad proviene de la palabra wyt, que significa ancho en afrikaans, haciendo alusión a la forma ancha y cuadrada de su boca.
El rinoceronte blanco, cuyo nombre científico es Ceratotherium simum, es el mamífero terrestre más grande luego del elefante. Llega a tener una altura promedio de 180 cm y un peso de 2.200 kilos en los machos. Los hipopótamos son un poco más pesados que ellos, pero más pequeños en tamaño. La longitud de los cuernos varía desde los 60 a los 140 cms., siendo extremadamente raro ver en estos días ejemplares con tamañas cornamentas.
En cuanto a la distribución, pueden clasificarse dos variantes dentro de los blancos: los del norte y los del sur. Las poblaciones endémicas del sur, fueron exterminadas prácticamente en el transcurso del siglo XX, pero luego fueron repoblándose con programas de conservación de ejemplares de la provincia de Kwazulu Natal en Sudáfrica. En la actualidad, es el país con mayor población de blancos de África, habiendo también ejemplares en Botswana, Kenia, Namibia, Swazilandia, Zambia y Zimbabwe. Los del norte, si bien han alcanzado el Nilo Blanco en Uganda, República Centro Africana, Zambia, Zimbabwe y Kenia, han casi desaparecido de esos países.
La piel del rinoceronte blanco es gris (no blanca), y una característica diferencial es, además de que dobla en tamaño al negro, la forma ancha y cuadrada de su boca.
El rinoceronte negro o Diceros bicornis, no es más grande que un búfalo cafre, pero pesa casi el doble. Tampoco es negro, es gris. Un poco más oscuro que su primo, pero gris al fin. Alcanza una alzada promedio de 160 cm y un peso de 1.360 kg aproximadamente. Su boca es fácilmente distinguible a que tiene una forma aguzada característica. Existen dos variantes: la sudoccidental y la del este, siendo la sudoccidental la de mayor población. Históricamente el rinoceronte negro alcanzó mayor distribución que su compañero blanco, sin embargo fue objeto de una tremenda caza furtiva que lo llevó a las puertas de la extinción. Hoy en día, la mayor cantidad de esta especie se encuentra en Namibia y en Sudáfrica, habiendo también ejemplares en Malawi, Swazilandia, Tanzania, Zambia y Zimbabwe. 
Tanto el blanco como el negro son herbívoros, poseen una piel muy gruesa, desarrollaron un agudo sentido del oído y del olfato, y ambos tienen muy mala vista. 

Especies en peligro
Si bien ambas especies africanas han sido tradicionalmente perlas en la experiencia de los cazadores deportivos en el continente negro y han conformado la elite de los Big 5 por décadas. Hoy en día y desde hace 33 años, se encuentran con categoría de protección del CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre), cuando fue ubicado como “endangered” en 1980. Lamentablemente la demanda de sus cuernos para uso en medicina tradicional o incluso afrodisíaco por parte de chinos y otros pueblos asiáticos, ha provocado en los últimos años una escalada de caza furtiva sin precedentes, haciendo subir los precios de las cornamentas en el mercado negro y provocando una crisis ecológica sin precedentes. 

Este flagelo que continúa ocurriendo al momento de escribir estas líneas, ha provocado la gestión de la comunidad internacional para intentar revertir una tendencia regresiva en los niveles demográficos de ambas especies, -pero aun más en la del rinoceronte negro-, que es la que cuenta con una amenaza mayor. De acuerdo a censos efectuados por la unidad especial denominada African Rhino Specialist Group del Conseil International de la Chasse (CIC), los niveles de furtivismo se han incrementado, pero al mismo tiempo los esfuerzos por protegerlos ya han comenzado también a dar sus frutos.
Así es que la población actual de rinocerontes blancos se estima hoy en 20.405, y la de negros en 5.055, lo que evidenció un aumento sostenido desde el año 2010.
Si desagregamos los datos del censo, vemos que hay 18.910 rinocerontes blancos en Sudáfrica, seguido por Namibia con 524; Zimbabwe con 283;  Botswana con 185; y con algunas decenas en países como Zambia, Swazilandia y Uganda. En cuanto a los rinocerontes negros, Sudáfrica tiene 1.770; Namibia 1.750; Zimbabwe 422; Kenia 631 y el resto distribuido entre Malawi, Botswana, Tanzania y Zambia.
En todos los casos, de acuerdo a este organismo internacional, la tendencia de crecimiento ha sido positiva o se ha mantenido estable en el peor de los casos.
Esta mejora leve en el estado de la conservación de los rinocerontes, está lejos de poner fin al flagelo del furtivismo. Para tener una idea de la magnitud de la crisis, digamos que en lo que va de este año (hasta el mes de Septiembre), fueron matados 618 rinocerontes en Sudáfrica, acercándose peligrosamente a los 668 ejemplares sacrificados durante todo el año pasado. Sólo en 2013, han sido capturados 165 delincuentes en operaciones de lucha anti furtiva en ese país.

Dónde cazarlos en la actualidad
A pesar de este sombrío panorama, hoy en día aún es posible cazar rinocerontes en África, naturalmente de manera legal y con las licencias correspondientes emitidas por los gobiernos de cada país. La especie más común es el blanco. Sudáfrica y Namibia disponen de cuotas anuales con tasas de abate realmente caras. Se estima que en Sudáfrica se cazan unos 70 a 80 por año, mayormente en la provincia de Kwa Zulu-Natal. En cuanto a costos,
el rinoceronte es, sin dudas, la especie más cara de toda África. Y si el blanco es caro, el negro lo es mucho más. Si se obtiene el permiso respectivo, una cacería puede llegar a rondar los 200 mil dólares.
Sin ir más lejos, este año e
l Consejo de Ministros de Namibia aprobó la caza de cinco machos trofeo de rinocerontes negros, para ser cazados en cualquier momento y hasta el 2017. Estos ejemplares se encuentran en Mahango, el Parque Nacional Mangettil en el Kavango occidental, en el Waterberg Plateau Park, y en el Parque Namib Naukluft. Lo que se obtenga por el valor de las tasas de abate, se invertirá en el Fondo para la Conservación de la Fauna de ese país.  

La cacería 
La cacería del rinoceronte blanco en Sudáfrica o Namibia se da en cotos cercados o en reservas habilitadas exclusivamente. Se realizan siempre a pie, en horas diurnas y recechándolo. Si se maneja bien el viento, uno se puede ubicar muy cerca, ya que estos animales tienen una visión muy pobre. En cuanto al grado de dificultad, diría que es la misma que la que representa la caza del eland o la del kudú. Claro que ninguno de estos viene con riesgo de carga. Sus grandes huellas son fácilmente distinguibles, al igual que sus heces. Muchas veces se los encuentra en montes cerrados, lo que complica la evaluación del trofeo en el terreno, así como la claridad necesaria para el primer disparo.
El trofeo es obviamente el cuerno, que en realidad es una protuberancia pilosa, que da el nombre a la especie (rinoceronte significa cuerno en la nariz). Siempre es una tarea delicada para el cazador profesional juzgar la edad de un macho adulto. Sin embargo, las características del cuerno y la posibilidad de acercarse ayudan mucho en la evaluación final del trofeo.
Lo que se busca es siempre longitud de la cornamenta y ancho de la base. Ambas medidas son las establecidas además por los sistemas de medición actuales como el Safari Club Internacional y el Rowland Ward.
Este último divide a los rinocerontes de acuerdo a cada variedad. Así el récord de rinoceronte blanco del sur, lo tiene Sir William Gordon-Cumming, con un cuerno de 62 ¼ de pulgada cazado en Sudáfrica en 1898. En cuanto a la variedad del norte, el número uno lo tiene D.N Palios, con 50 1/8 cazado en el Este de África en 1933. En rinoceronte negro, el mayor registrado data del año 1902, y es el trofeo cazado en Kenia por K.V. Painter, que alcanzó las 53 ½ pulgada de longitud.

Cacería con dardos
Una opción que se abrió hace algunos años en Sudáfrica, fue la caza con dardos, o como se la conoce en  inglés “green hunt”. Esta modalidad  permite al cazador efectuar una cacería de rinoceronte utilizando un rifle con dardos anestésicos en lugar de munición viva. En este tipo de safaris, no sólo el cliente es acompañado por el cazador profesional sino también por un veterinario, que es el encargado de realizar los estudios necesarios al animal, de administrarle medicación y suplementos vitamínicos, o de colocar un localizador para programas de conservación.
La cacería es tan peligrosa como la tradicional. Es más, muchas veces tiene una complicación mayor, ya que no hay disparo de back up (o por lo menos no, hasta el último segundo imprescindible), y porque cada animal se comporta diferente respecto a la droga administrada.
Una vez sedado el rinoceronte, y mientras los veterinarios realizan su trabajo, el cazador se toma las fotos de rigor, se mide el trofeo, y se toma el molde de los cuernos para luego replicarlos en resina. Eso y las fotos, será todo lo que el cliente podrá llevarse de regreso a su casa. El animal, volverá a su ambiente como si nada hubiera pasado luego de que se le haya pasado el efecto de la anestesia.
Esta forma de cazar tuvo un discreto auge hace unos años, debido a que disminuía muchísimo el valor de un safari de rinoceronte. Sin embargo, en el 2011, comenzaron a escucharse críticas del ámbito académico que apuntaban directamente a la participación de los veterinarios en estas operaciones. Fue así que el Consejo de Veterinarios de Sudáfrica declaró que era una actividad que no se adecuaba a los parámetros éticos a los que deben someterse sus profesionales. Poco tiempo después, el Departamento de Asuntos Ambientales de ese país, prohibió la caza con dardos para cazadores deportivos, permitiéndola exclusivamente a veterinarios con fines profesionales de conservación y estudio. Hoy en día, es aún posible realizar este tipo de capturas en la provincia sudafricana de Eastern Cape. De todas maneras, y por lo cambiante de la legislación de fauna en Sudáfrica, mi sugerencia a la hora de decidirse por un safari así, es estar al tanto de las últimas regulaciones de fauna en cada una de las provincias de ese país.

Peligrosidad
Muchas veces se ha subestimado el grado de peligrosidad de esta especie. Es cierto que su caza no es difícil, una vez cara a cara, no se puede soslayar el mal humor intrínseco que tienen estos paquidermos. En la historia de los safaris hay muchas anécdotas de accidentes, muchas veces fatales. Una de ellas, le ocurrió a Kathleen Seth-Smith, -madre del reconocido cazador profesional Tony Seth-Smith. La joven, en ese momento, fue atacada por dos rinocerontes en 1926 en el Valle del Rift, uno de los cuales había sido herido por ella misma, cuando le disparó con su viejo doble Rigby .450NE.  Increíblemente pudo salvar su vida, matar finalmente al rinoceronte y auto evacuarse hasta el hospital de Nairobi. Todo un milagro. Otro accidente, menos afortunado esta vez, le ocurrió al legendario Charles Cottar. Fue en una cacería en Kenia en 1940, cuando un rinoceronte mimetizado entre los altos pastizales, lo cargó desde corta distancia. Su hijo acudió en su ayuda, matando al animal, pero nada pudo hacer para salvar la vida de su padre. El cuerno le había cortado una artería mayor. En menos de una hora, había fallecido bajo el cielo de su amada África. Cottar fue el primer cazador profesional estadounidense y el iniciador de una larga dinastía de profesionales de la caza mayor africana, que perdura hasta hoy día.
Para tener una idea de lo que una carga de rinoceronte significa, baste decir que su velocidad de carga promedio puede alcanzar los 50 km/hora, lo que es lo mismo que decir 14 metros en un segundo. En otras palabras, si el animal carga desde unos 20 metros, el tiempo mínimo para colocar el disparo en el cerebro es de poco menos de 2 segundos.

Armas y municiones
Por lo expuesto en cuanto a la peligrosidad de esta especie, las armas adecuadas para la cacería de esta especie, son esencialmente las mismas que las utilizadas para las demás especies peligrosas, es decir: dobles o rifles de acción a cerrojo. Nada más. Como las distancias serán seguramente muy cortas y muchas veces en medio de un monte bastante sucio, es aconsejable que el fusil tenga un cañón corto, y en lo posible con miras abiertas. A menos que se tenga algún problema específico de visión, la mira abierta es lo más recomendable para este lance. Naturalmente que para tener solvencia en su uso, el cazador deberá tener una gran familiaridad con este tipo de óptica.  
En materia de municiones, hay sólo una opción: puntas sólidas. El rinoceronte es un paquidermo, y hace honor a la denominación de su especie. Paquidermo significa piel gruesa. Además cuenta también con una densa y profunda capa muscular, que deberá ser atravesada para llegar finalmente a los órganos vitales. Aquí también, como en toda decisión que se tome al enfrentarse con un animal de extrema peligrosidad y alto costo económico, el cazador está obligado a utilizar la mejor munición que encuentre en el mercado. Las puntas sólidas de marcas reconocidas y de naturaleza Premium, como las Norma African PH o Kynoch, por nombrar solo dos, serán la mejor opción a utilizar. 

Los calibres
Partiendo del inefable y todo terreno 375 H&H Magnum, cualquier calibre mayor será adecuado para esta especie. Es decir, todo calibre que pueda ser manejado con soltura y familiaridad, sin “flinching” o miedo al retroceso, y que pueda ser efectivo en un segundo disparo rápido sin que deje despatarrado al tirador. En mi opinión, el 416 Rigby, otro clásico y versátil cartucho inglés es la mejor opción para el rinoceronte, especialmente por las características de penetración que posee. Otra excelente opción, también en 400 grains es el 404 Jeffery, tanto en su versión para cerrojo como para doble. Naturalmente que los calibres mayores, como el .458 Lott, o los de la gama de .500 también son aptos, si se los maneja adecuadamente, aunque poco versátiles, si se piensa combinar la caza del rinoceronte con otras especies de planicie.

El tiro
Como dijimos, las situaciones de cacería suelen provocar disparos de relativa corta distancia. En la aproximación y primer disparo, la postura de pie y en lo posible con ayuda de un apoyo, colaborará en la precisión necesaria para impactar en puntos vitales como corazón y pulmones. Si la cosa se complica y hay que enfrentar una carga, el disparo a brazo alzado y de pie será prácticamente la única opción que quede. En este sentido, recomiendo seriamente el entrenamiento previo al safari, utilizando con blancos móviles a velocidades reales, para lograr un desempeño adecuado con el arma. Aquí no sólo habrá que ser preciso al disparar al pequeño cerebro del animal, sino que también habrá que hacerlo con extrema rapidez. Un mínimo fallo en cualquiera de las dos variables, será sin dudas catastrófico. 

viernes, 7 de febrero de 2014

Leopardo - Rápido y furioso



Por Eber Gómez Berrade

A menudo la cacería del leopardo es elegida como la primera oportunidad para enfrentarse a las especies de caza peligrosa, exponiéndose a uno de los más grandes desafíos que ofrece el continente negro. Una experiencia donde se pone en juego la inteligencia, la estrategia y la paciencia del cazador versus la sagacidad y la ferocidad de un predador temible.   

La cacería del leopardo, como se la realiza de manera tradicional, es decir con cebos y apostado, puede parecer pasiva y hasta poco peligrosa en algunos casos. Sin embargo, la realidad indica que es tremendamente activa y apasionante para aquel que decida enfrentarse a este felino. Ya que desde el primer día de su safari, el cazador se encontrará trabajando en la construcción de apostaderos, cazando antílopes para usarlos de carnada y recorriendo kilómetros en busca del rastro correcto. Sólo ahí podrá sentarse a esperar a que la presa aparezca. Y a partir de ese momento, todo será adrenalina pura.

Leopardos en África
Sobre ellos girará esta nota, a pesar de que existen algunas especies en Asia menor, algunos países del sudeste asiático y Arabia. El leopardo africano es identificado como Pantera pardus pardus, y para algunas lenguas nativas, como ingwe, mbada y chui.
De los felinos africanos es el que se ha adaptado mejor a prácticamente todas las regiones del continente. Desde Egipto, Libia y Marruecos, hasta Namibia, Botswana y Sudáfrica, pasando por los países del centro y este del continente. A lo largo de estas regiones muy diferentes entre sí, la especie ha desarrollado algunas diferencias en cuanto a tamaño y pigmentación de la piel. En el este, por ejemplo, suelen ser más grandes y pesados que los del sur, pero en el Camerún, son más pequeños y oscuros que sus congéneres australes, lo que en esos casos les ayuda al mimetismo y la movilidad en medio de la selva cerrada.
Los leopardos son solitarios, territoriales y viven aislados excepto en la época de apareamiento. Esquivos como pocos, es muy difícil encontrarlos a plena luz del día, a menos que estén en lugares realmente inhóspitos sin rastros de población humana. En general se mueven, cazan y alimentan de noche, y eligen terrenos rocosos como colinas, riscos o “kopjes” para guarecerse. Suelen utilizar las ramas de los árboles para descansar durante el día o acechar alguna presa. Son naturalmente carnívoros que se alimentan de antílopes pequeños y medianos, cebras, primates y ganado común. Lo que los convierte en la pesadilla de muchos granjeros africanos. Pueden pasar largo tiempo sin beber agua, ya que les son suficientes los líquidos que capta de sus presas al alimentarse. Estas características sumadas a la velocidad, fortaleza y ferocidad hacen que sean magníficos cazadores.   
El leopardo macho puede llegar a medir de 60 a 70 cm. de porte, y a pesar entre 50 y 100 kilogramos. En líneas generales, los ejemplares más grandes provienen de países como Tanzania o Mozambique. De hecho para el libro de records Rowland Ward, el trofeo que encabeza el ranking es el cazado en 1957 por V. Neamand en Tanzania, cuyo cráneo midió 11 pulgadas de largo por 8 de ancho. En cuanto a cantidad de ejemplares por kilómetro cuadrado, es Namibia el país que cuenta con mayor tasa demográfica del continente, particularmente en las áreas de Bushmanland y Etosha.

El trofeo
De acuerdo a los sistemas de medición actuales, el trofeo se registra mediante las medidas del cráneo en su largo y ancho. Es el mismo sistema que los usados para todas las demás especies de carnívoros. El cálculo de esta medición es extremadamente difícil para realizarlo en el campo, más precisamente desde un apostadero. Por esa razón, el cazador profesional deberá juzgar el tamaño completo del animal y su edad aproximada. Hoy en día, muchos países africanos han establecido -como lo han hecho con los leones- un mínimo etario de 6 años para que el ejemplar sea considerado trofeo y pueda ser exportado al país del cliente del safari.
Al momento de juzgar el trofeo, se busca siempre que sea macho, aunque sea legal la cacería de hembras, ya que la diferencia de peso y porte entre ambos géneros es considerable. De hecho, en la etapa de búsqueda e identificación de huellas, el profesional se centrará en aquellas que provengan de un animal  grande, en la esperanza de que además, tenga también la edad mínima para  convertirse en un trofeo legal. 
Estos requerimientos deben ser tenidos muy en cuenta en el safari, ya que de infringir alguna de estas condiciones, las autoridades le cancelarán inmediatamente el permiso de exportación al cazador extranjero. Como ejemplo, baste recordar que hace un año en Namibia, se cazaron 350 leopardos, -que es la cantidad máxima establecida por CITES para ese país-, y luego de la verificación de las autoridades del Ministerio de Medio Ambiente y Turismo, sólo 13 leopardos pudieron ser exportados a sus propietarios en el extranjero. El resto de los permisos fue denegado por haberse verificado violaciones a la Ley de Fauna, como haberlos cazado de noche o por haber sido ejemplares jóvenes en etapa reproductiva.  

Dónde encontrarlos
Los países que actualmente tienen habilitada la caza del leopardo son Camerún, República Centro Africana, Etiopía, Tanzania, Mozambique, Zimbabwe, Sudáfrica y Namibia. Zambia ha sido históricamente un excelente lugar para la cacería de los grandes felinos, pero existe en este momento una disposición del gobierno de ese país que ha suspendido la caza de león y leopardo durante el año 2013. En cuanto a las áreas de cacería, las mejores están en las proximidades del Lago Natron, el monte Kitumbeini y la Reserva de Caza Selous en Tanzania; la Reserva de Caza Niassa en Mozambique; la región del Kafue y el valle del Luangwa en Zambia; y Bushmanland y Etosha en Namibia.

La cacería tradicional
La caza del leopardo es esencialmente al acecho, desde un apostadero. Como dije anteriormente, al ser animales muy tímidos y esquivos, son extremadamente difíciles de ver durante el día, por lo tanto el rececho queda prácticamente descartado, a menos que se haga uso de perros para su captura. En este sentido, las legislaciones de los países que cuentan en la actualidad con licencias disponibles son variadas y han sufrido numerosas modificaciones durante los últimos años. Existen países donde es posible la persecución diurna con jaurías de perros, o la cacería nocturna desde apostaderos con el uso de luz artificial, como puede hacerse en Zimbabwe y Sudáfrica por ejemplo. Otros, en cambio, en los que estas dos modalidades están totalmente prohibidas, pudiéndoselo cazar exclusivamente de día y apostado como sucede en Namibia y Tanzania.
Los safaris de leopardo suelen tener una duración máxima de 15 días. Muchas veces, los outfitters locales, colocan cebos algunas semanas antes de que llegue el cazador al campamento. Otras veces, mantienen cebados apostaderos durante todo el año para acostumbrar a los leopardos a un determinado lugar. Cualquiera sea la opción elegida, al comienzo del safari, el cazador deberá obtener más carne para alimentar los apostaderos. Las presas más apetitosas para estos felinos son las cebras, que al tener bastante grasa, duran más tiempo como carnada. Otras especies adecuadas son el eland, los oryx y otros antílopes grandes, ya que el voraz apetito de un leopardo no se conformará con una simple patita de impala.
Una vez colocados los cebos, que en general suelen ser varios, dispuestos a muchos kilómetros unos de otros, comienza la tarea de visitarlos en busca de rastros frescos. En algunas granjas suelen colocarse cámaras espías que ayudan a esta tarea, identificando los animales que se acercan a comer. Esta actividad puede llevar varios días, hasta que finalmente se da con las huellas adecuadas, es decir, de un ejemplar grande. A partir de ahí, comenzará la instalación del apostadero a una distancia de entre 60 y 100 metros, ubicado en lo posible con el sol de espalda y el viento en contra. Recién a partir de ese momento empieza la espera, que deberá ser en el más absoluto silencio, debido al finísimo sentido del oído que tiene este felino. Una vez que el “gato” aparezca en el cebo, será tarea del profesional la evaluación del trofeo. Si la suerte acompaña y lo que está comiendo es un ejemplar grande y suficientemente adulto como para ser exportado, la orden de “dispare” será lo que inmediatamente escuchará el afortunado cazador.
A partir de ese preciso instante, se abre otro capítulo de esta cacería. Si se hicieron todos los deberes previos al safari, si se conocían a la perfección los puntos de impacto en distintas posiciones, si el rifle estaba calibrado exactamente a la distancia en la que está el cebo, y si el disparo fue certero, entonces el animal habrá caído fulminado sobre la base del árbol donde estaba la carnada.
Ahora, si falló alguna de estas variables, el sueño de dar caza a unos de los Cinco Grandes más feroces del planeta, corre el riesgo de convertirse rápidamente en una terrible pesadilla, tanto para el cazador como para el profesional. Entrar al monte a buscar un leopardo herido es una de las tareas más peligrosas a la que se enfrenta un cazador profesional y su cliente. Si todo sale bien, encontrarán el animal muerto cerca de donde fue herido, sino es muy probable que enfrenten una carga directa. Es en este punto, donde se evidencia el alto nivel de peligrosidad de esta especie.

Peligrosidad
Una de las características para evaluar el nivel de peligrosidad del leopardo, es la velocidad de ataque que desarrolla en línea recta y que puede alcanzar los de 80 km/h. Para tener una idea cabal de de lo que esto significa, pensemos que en el momento de una carga, recorrerá unos 20 metros en un segundo y los últimos 5 metros en exactamente la mitad de ese tiempo. Esta velocidad de ataque lo convierte en la más rápida de las especies de caza peligrosa de África. Sumado a esto, se debe considerar su contextura física, el manejo letal de sus garras y colmillos, y la capacidad mimética que dificulta su localización. A diferencia del león, no ruge antes de cargar, lo que complica aún más la situación. Si bien suceden anualmente varios accidentes con esta especie, pocos son mortales, pero siempre terminan con el damnificado en el hospital más cercano.
La peligrosidad de esta especie, está dada no sólo por los accidentes producto de la cacería deportiva, sino también entre pobladores locales. Para ilustrar esta situación vale decir que de acuerdo a la Central de Estadísticas Medioambientales de Botswana, se registraron en ese país unos 2643 ataques de leopardo a seres humanos en el transcurso de los años 2009 a 2011. Esta cifra supera a los incidentes registrados de leones y elefantes a la población nativa y a su ganado durante el mismo período. 

Armas, calibres y municiones
La elección adecuada del arma es una cuestión fundamental para quien se enfrente a cualquiera de las especies peligrosas. El leopardo no es una excepción. Sin embargo, se puede diferenciar dos etapas relacionadas con las armas en el proceso de la cacería. En primer lugar, el uso del rifle desde el apostadero. Para ello, cualquier sistema es adecuado, ya sea de cerrojo, monotiro o doble. En cualquiera de estos casos, es casi indispensable el uso de una mira telescópica de buena calidad para ubicar el tiro con una precisión casi quirúrgica. En esta etapa, el cazador tendrá la chance de disparar sólo una vez. Si la cosa, no funcionó como se esperaba, y el leopardo escapó herido, la situación de disparo cambiará radicalmente. Allí solo hay lugar para los sistemas de cerrojo o de rifles doble. El profesional, seguramente tendrá uno de estos fusiles que usara como respaldo o back up.
Es una costumbre difundida en algunos países de África, que el guía utilice una escopeta con postas para internarse en el monte a buscar un felino herido, e incluso he visto a algunos que llevan un arma corta para usar en caso de ser “abrazado” por la fiera. Lo cierto es que como dice el dicho “cada maestrito con su librito”, hay teorías que descartan de cuajo el uso de escopetas, y mucho menos de revólveres por parte de los profesionales. Un maestro de cazadores profesionales del que tuve el honor de ser alumno, no perdía oportunidad de explicar por qué no se debe utilizar una escopeta, basándose en las gráficas de energía comparada entre postas y balas de grueso calibre. Para él, el arma típica de back up es y debe ser el rifle doble. El problema, como uno puede imaginarse, es que no muchos guías profesionales pueden disponer de tan costosa herramienta.
En cuanto a calibres, en varios países africanos se requiere un mínimo legal para la caza de especies peligrosas, medido en términos de energía. La base suele ser el 375 H&H Magnum como dijimos en varias oportunidades, sin embargo hay también otros países en donde el leopardo tiene un estatus intermedio entre las especies de planicie y las peligrosas, y donde no rige el mínimo legal. En esos casos, de todas maneras, el cazador no debería considerar nada debajo de un 7 Rem Mg. o 300 Win. Mg.
Una vez, más el venerable 375 H&H con munición de 270 grains resulta ser un instrumento más que adecuado para esta cacería. Irse más arriba, con calibres superiores tampoco es muy aconsejable debido al riesgo de adoptar el temido “flinching” o miedo al retroceso, que puede ser perjudicial en un tiro de absoluta precisión como es el del apostadero. Naturalmente como calibre de apoyo, lo opuesto es lo recomendable, es decir usar suficiente calibre para detener inmediatamente una carga a pocos pasos. Para esto los profesionales suelen usar el 458 Win. Mg, el 416 Rigby, algún 500 en rifles de cerrojo, el 470NE o algún profesional afortunado que disponga de 577NE como arma de cabecera.  
Los leopardos son animales de piel suave, así que la punta a usar debe ser blanda de expansión controlada. Naturalmente como siempre menciono, la de mejor calidad que pueda conseguirse en el mercado. Pero aquí lo fundamental, es -además de la marca y la calidad- el que se utilice siempre la misma munición, tanto para el entrenamiento previo al safari, para la regulación de la mira en el campamento, para la calibración a la distancia exacta desde el apostadero hasta la carnada, y por supuesto para el disparo final. A mi criterio, el estar absolutamente familiarizado con la curva balística de la munición elegida (de igual manera que con el binomio rifle-mira telescópica), es de capital importancia para abatir a la pieza de un solo y letal disparo.

El tiro
Como dije, el proceso de tiro puede darse en dos etapas. La primera, cómodamente sentado, desde la seguridad del apostadero. Para esto, el cazador seguramente habrá de practicar con una serie de disparos en el polígono del campamento, utilizando el asiento con el apoyo y replicando las mismas posturas y condiciones que encontrará en el campo. En general, la manera de sostener el rifle, suele ser con un trípode, a través de una cuerda colgada en el apostadero donde descanse la culata o la chimaza del arma, o un apoyo adosado al sillón del tirador. No hay mucho secreto en esta forma de tiro, que es más de estilo “bench rest” que de cacería.
Luego de esto y una vez elegido el lugar del apostadero y colocada la carnada, es recomendable medir exactamente la distancia de disparo con el telémetro, y luego de vuelta en el campamento regular a “mosca” el rifle a esa misma distancia en el polígono de práctica.
En caso de una carga, el tiro será muy probablemente de pie, ya que no habrá tiempo de arrodillarse y de una manea casi instintiva. Como último recurso, el profesional deberá instruir al cliente -antes de comenzar el safari- sobre las técnicas de disparo cercano en caso de que el animal esté sobre el guía o alguno de los miembros de la partida de caza, de manera de evitar un daño mayor a la vida humana. En una cacería peligrosa de este tipo, todas las previsiones que se tomen para evitar riesgos estarán por demás justificadas.